Hay diferentes tipos de palomas pero hay una en particular
que me atrajo, se la llama paloma de pecho colorado. Fue su nombre lo que me
llamó la atención. Tiene entre tres y cinco pichones por vez y parece que nacen
con mucho apetito, porque la paloma, cada mañana muy temprano, sale en busca de
comida y se pasa la mayor parte del día buscando con qué alimentar a sus pichones.
Hace muchos años atrás, me encontraba en el norte argentino
trabajando en la tala de árboles, en su mayoría “quebrachos”. Después de
cortarlos, solían tumbarlos con enormes topadoras y los dejaban en el suelo por
varios días hasta que llegaban los obreros para desgajarlos.
Una mañana la paloma comenzó con su rutina de alimentación,
a pesar del gran ruido que podía escuchar, de pronto su árbol se sacudió y cayó
al suelo con el nido entre sus ramas, intentó huir, pero su instinto de madre
fue más fuerte y se quedó mientras el árbol caía con fuerza.
Para la paloma parecía como si la tragase la tierra, no sólo
estaba aturdida por el ruido de las máquinas y la estrepitosa caída del árbol,
sino también por los incansables gritos de sus pichones. Sin poder evitarlo, se
quedó atrapada bajo un montón de ramas y aunque podía escuchar perfectamente
los gemidos de sus pichones, no podía salir en busca de alimento. Así pasaron
las horas y los días. Si no ocurría algo muy pronto, los pichones no tendrían
ninguna oportunidad de sobrevivir. Pero la paloma hizo algo inusual, picó con
fuerza sobre su propio pecho, hasta que comenzó a sangrar, los pichones que
confiaban plenamente en su madre, se acercaron y se alimentaron con su sangre.
Cuando los obreros llegaron con sus hachas y comenzaron a
sacar las ramas, tres pichones de paloma salieron volando del nido que estaba
atrapado debajo de aquel matorral y encontraron a una paloma muerta con el
pecho teñido de rojo.
La leyenda dice que desde ese momento, Dios pintó de rojo
las plumas del pecho de todas las palomas de esa especie.
Yo creo que Dios se sintió identificado con esa paloma,
porque hace dos mil años no sólo picó su pecho, sino que también permitió que
clavaran sus manos y sus pies, para que su sangre fuera fuente de vida.
Así como la paloma salvó a tres pichones, Dios, a través de
Jesús trajo esperanza a la humanidad.
La paloma murió y se convirtió en leyenda.
“Cristo murió, resucitó y se convirtió en el único camino
hacia Dios para toda la humanidad”
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