Muy pocos buscan problemas. Lógicamente, no le pedimos a
Dios que nos los mande. Pero quizás deberíamos hacerlo.
Thomas Wylie, de Westminster (Maryland) que visitó Biosfera
2 (hábitat biológico de Arizona creado por el hombre), me envió una interesante nota. Durante el
paseo, el guía explicó que, por un descuido de los diseñadores, no se crearon
las condiciones para que hubiera viento. Sin aire que circulara, surgía un
problema: los árboles crecían hasta cierta altura y luego caían por su propio
peso. La falta de viento impedía que desarrollaran raíces extensas y profundas.
Wylie explicó que esta observación lo llevó a darse cuenta
de que sin los vientos de la adversidad no podemos crecer espiritualmente ni
llegar a ser lo que Dios quiere de nosotros, porque nos desplomaríamos. Estoy
de acuerdo. Los campeones no se hacen en un lecho de plumas. La proporción de
personas que superan la adversidad y alcanzan grandes alturas, es muy
importante.
Cuando el clima, no es de nuestro agrado, siempre nos
quejamos. Cuando llueve, porque llueve y cuando hay sequía, porque no llueve.
Nos molesta si hay más o menos viento, si hace más frio o más calor del que
deseamos. Menos mal que el clima y sus agentes no dependen de nosotros, porque
la biosfera nos demuestra que es mucho más fácil para el hombre olvidar o
desconocer algo y tener una falta de previsión sobre aspectos, como no contar
con que sople el viento que proporciona raíces a los árboles. Por eso nos llena
de gratitud que Dios lo tenga todo bajo Su control. Aunque no entendamos Sus
pensamientos, podemos confiar sin ningún tipo de duda en Su sabiduría.
Tengo un amigo que durante una gran crisis económica, perdió
su empleo, su esposa y su hogar. Pero se aferró con tenacidad a Dios; era lo
único que le quedaba.
Un día se detuvo a observar a unos obreros que trabajaban en
la construcción de una iglesia. Uno de ellos cincelaba una piedra triangular.
Mi amigo le preguntó:
¿Qué hace?
¿Ve usted aquella pequeña abertura allá arriba, cerca de la
aguja? repuso el obrero, le estoy dando forma aquí abajo para que encaje allí
arriba.
Mientras se alejaba, mi amigo lloró, pues entendió que Dios
le había hablado por medio de aquel obrero para explicarle la difícil situación
por la que pasaba: Te estoy dando forma aquí abajo para que encajes allá
arriba.
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